El comienzo de un camino de Fe. ¿Qué pasaría si nos dejáramos llenar por la plenitud del Espíritu y confiar plenamente en Dios, sabiendo que en Él habita el amor más puro y verdadero? Tal vez, al aprender a decir "sí", podríamos convertirnos en pequeños instrumentos para realizar grandes obras. Así comenzó esta historia. Dos jóvenes de la Juventud Masculina de Schoenstatt de Hasenkamp, Amelio Rodríguez y Jorge Quiroz, supieron escuchar la voz de Dios y responder con amor a María, dando inicio a una peregrinación que marcaría a generaciones. Corría el año 1983, cuando ambos se preparaban para sellar su Alianza de Amor con la Mater. Decidieron visitarla en su Santuario de La Loma, en Paraná, pero no de cualquier manera: querían hacerlo a pie. Renunciaron a las comodidades y se lanzaron a unir los 90 kilómetros que separan Hasenkamp de Paraná, en un gesto de fe y entrega total. Desde el primer momento, el agua se convirtió en signo de esta peregrinación. Una fuerte tormenta interrumpió su marcha inicial, pero no su determinación. Al siguiente fin de semana, retomaron el camino y, por primera vez como peregrinos, llegaron hasta los pies de "La Patrona", como ellos llamaban con cariño a la Mater, en su casa de La Loma. “Algún día, la gente va a salir de los campos para unirse a esta peregrinación”, dijeron entre risas y sueños. Lo que parecía una utopía no tardó en hacerse realidad. Con el tiempo, se sumaron no sólo personas del campo, sino también de los pueblos de la diócesis y más allá. Así nació la Peregrinación de los Pueblos. Durante sus primeros años, la fecha de realización no era fija. Fue por sugerencia de Monseñor Karlic que se estableció como momento permanente el viernes y sábado anteriores al tercer domingo de octubre, para integrarla al calendario diocesano. Cada año, en vísperas del Día de la Madre, miles de peregrinos se reúnen en la Ermita de Hasenkamp para caminar durante 26 horas hasta una nueva Puesta del Sol, guiados por la mano de María. La pequeñez de los instrumentos, las dificultades del camino y los frutos sobrenaturales que surgen de cada edición son un testimonio vivo del amor de la Mater. En cada paso, la Iglesia se hace visible: parroquias, seminaristas, sacerdotes, religiosas y laicos se unen para hacer de esta experiencia una manifestación viva de la Iglesia que camina, como familia nueva reflejada en los rostros del camino, todos unidos por un mismo Espíritu, una misma fe y un mismo destino. Detrás de cada paso también hay una gran red de servicio que acompaña: policía, bomberos, médicos, enfermeros, aguateros, servidores, cursillistas, voluntarios que preparan las antorchas y los descansos, los que ofrecen agua en el camino, los que acompañan en oración y quienes reciben a los peregrinos en La Loma. Todos aportan con generosidad, tanto material como espiritualmente, para que la Peregrinación de los Pueblos siga siendo un encuentro profundo con Jesús y mamá María.